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Discurso presidente del Frente Amplio, Javier Miranda – Paso de los Toros, 5 de febrero de 2021


Discurso presidente del Frente Amplio, Javier Miranda – 5 de febrero de 2021

Hoy, 5 de febrero de 2021, el Frente Amplio celebra medio siglo.

Medio siglo de vida.

Medio siglo de esperanza.

Medio siglo de lucha:

por las causas populares,

para hacer efectivo el principio rector de la igualdad –igualdad en derechos fundamentales- para todos los habitantes de la República, para terminar con los privilegios y con el poder de unos pocos que gobiernan, que es lo que define la oligarquía.

Esas luchas son las que desde el comienzo generaron la más virulenta reacción de los poderes dominantes que, contra toda legitimidad, desde el propio Gobierno de la  época, nos empujaron a la dictadura, al exilio, a la proscripción política, a la prisión, a la tortura, a las ejecuciones sumarias, a la desaparición forzada, de tantas y tantos;

de ellos que nunca olvidaremos ni dejaremos de buscar, por quienes seguiremos exigiendo, hoy y mañana, verdad, justicia y memoria.

Ellos en nosotros.

Aquel 5 de febrero de 1971, en el Palacio Legislativo, estallaba una nueva “admirable alarma”. Con la Presidencia de Zelmar Michelini, la Asamblea Constitutiva del Frente Amplio cristalizaba el proceso de unidad forjado desde varios años atrás.

Las voces de Juan Pablo Terra, por el Partido Demócrata Cristiano; del General Arturo Baliñas, por el Comité Ejecutivo Provisorio de los ciudadanos que formularon el llamamiento del  7 de octubre de 1970; de José Pedro Cardozo, por el Partido Socialista; de Héctor Rodríguez, por los Grupos de Acción Unificadora; de Luciano Da Silva, por el Movimiento Revolucionario Oriental; de Jorge Durán Matos, por el Movimiento Herrerista, Lista 58; de Luis Pedro Bonavita, por el Frente Izquierda de Liberación; de Luis Naguil, por el Partido Obrero Revolucionario; de Jorge Andrade Ambrosini, por el Partido Socialista – Movimiento Socialista; de Rodney Arismendi, por el Partido Comunista; de Francisco Rodríguez Camusso, por el Movimiento Blanco Popular y Progresista; y del propio Zelmar, por el Movimiento por el Gobierno del Pueblo, lista 99, daban el aliento inicial de esta gesta.

Junto a ellos -en aquella histórica jornada de hace medio siglo, que hoy invocamos en este trabajo de memoria- participaron representantes de los grupos políticos fundadores, una delegación de la CNT, trabajadores de la cultura, obreros, estudiantes, medios de prensa; y, en las calles, en cada barrio, en cada rincón del país, un pueblo dolido y con coraje, que paría conciencia, compromiso, generosidad y esperanza. 

El General Líber Seregni marcó a fuego aquella histórica jornada y el talante de nuestra fuerza política, embrionaria pero vigorosa, a través de su palabra firme, clara y poderosa:

“Como simple ciudadano tengo la sensación y la emoción de haber asistido a un acto verdaderamente histórico que concreta en la formación del Frente Amplio el renacer de un pueblo y la estructuración de un movimiento auténticamente popular por profundamente antiimperialista, de claro sentido de liberación nacional para alcanzar la verdadera justicia social y una democracia auténtica”.

“Con el arriba nervioso y el abajo que se mueve”, aquel 5 de febrero de hace medio siglo, nacía esta “colcha de retazos”, cosida con hilos de solidaridad y entrega, sostenida por una militancia que, desde cada comité de base, se comprometió, desde entonces, a la tarea política cotidiana, permanente.

Aquello que caracteriza a nuestra fuerza política como organización, desde su origen, es la unidad política. No ya como una táctica coyuntural meramente electoral.

Es la unidad programática.

Aquella que es el proceso de construcción colectiva, que recoge y sintetiza el fermental debate de ideas. Que busca permanentemente, creativamente, el punto de encuentro de los distintos actores que la construyen, cada día.

Es unidad en amplitud.

Claro que este proceso no es fácil. Cada frenteamplista sabe de los esfuerzos que, cotidianamente, realizamos, ayer y hoy, para conformar el punto de vista común.

Allí está nuestra fortaleza –y también los desvelos de nuestros adversarios y de nuestros enemigos-.

La unión, el rumbo común trazado en conjunto, construido a partir del debate franco, muchas veces ríspido y hasta enojoso, que siempre debe ser fraternal, con amplitud, nos ha conducido durante este medio siglo.

Cuidemos esa unidad, compañeras, compañeros.

Nuestra propia historia –y también la de muchas organizaciones políticas de izquierda y progresistas de la región y del mundo- nos enseñan los altos costos que suponen la pérdida de esa unidad.

Somos un ejemplo a nivel internacional de la importancia de la unidad política. Debemos ser también responsables de seguir cultivándola.

Ay de aquellos que, en nombre del pueblo, apuestan a la ruptura, al vanguardismo o al sectarismo, que erosionan su preciosa herramienta unitaria.

No faltaron en estos 50 años recorridos esas apuestas rupturistas, aislacionistas. Y fracasaron.

Destruir esa unidad fue –y es hoy también, aquí y ahora- una estrategia de nuestros enemigos. De esos que ayer, y también hoy, pretenden aplastarnos.

Vencimos heroicamente durante la dictadura todos los intentos de hacernos desaparecer. Con la unidad, trabajada en las prisiones, en la clandestinidad, en el exilio.

Ante los nuevos intentos, debemos responder, una vez más, con nuestra unidad. De la mano, con cada compañera, con cada compañero, “somos mucho más que dos”.

Muchas cosas hemos vivido juntos estos 50 años. Dolores y alegrías compartidas.

Como fuerza política, comprometida con el desarrollo de la democracia en nuestro país, fuimos garantía de esa democracia, “fuerza de paz y pacificadora”. Esa es nuestra historia, nuestra esencia.

Hoy, más que nunca, fuerza de paz que lucha incansablemente por el bienestar de su pueblo.

En 1989, tras despertares de esperanza y luego de resistencia, en un proceso de acumulación progresivo, paciente y firme, alcanzamos por primera vez, de la mano de nuestro entrañable Tabaré, un gobierno departamental, el Gobierno de Montevideo.

Demostramos y nos probamos entonces, que fuimos y somos capaces de conducir la institucionalidad de la República. Una nueva forma de hacer política, transparente, responsable, seria y comprometida con las personas más necesitadas, para que, como nos enseñara el Padre Artigas, “los más infelices, sean los más privilegiados”.

Y seguimos creciendo y convenciendo. Y luego fue una vez más Montevideo, y fue Treinta y Tres y Rocha, y fue Paysandú, y Maldonado y fue Florida, y Artigas, Río Negro, Canelones y y Salto.

Y en el amanecer del siglo, junto a muchas de esas intendencias, comenzamos a construir, desde el Gobierno Nacional, a partir de 2005, un Uruguay de transformaciones, para hacer efectiva la justicia social.

Durante tres periodos de gobierno, junto a gobiernos departamentales, llevamos adelante un profundo proyecto de reformas, que mejoró la vida de los habitantes de este país, en todo el territorio.

Con la conducción de Tabaré y la de Pepe, construimos y desarrollamos la agenda de derechos, de todos los derechos, para todas y para todos.

El acceso a la salud;  a la identidad; la contribución solidaria para financiar los derechos, de acuerdo a la capacidad contributiva; el aumento de los salarios y de las jubilaciones; los derechos de quienes trabajan, tanto individuales como colectivos; el impulso a hacer realidad la igualdad de género; el desarrollo productivo con redistribución de la riqueza; la extensión de los derechos de libertad en todas sus expresiones…

La lista podría continuar con mucha mayor extensión. Seguramente quien esto hoy escucha se reconocerá en estos avances y podrá agregar, sin dudas, muchos más.

Podemos estar orgullosos de nosotros mismos de haberle dado al Uruguay los 15 años de mayor prosperidad e igualdad de toda su historia.

Esa es nuestra vocación política, la de la libertad, la de la igualdad, la de la solidaridad.

Sobre esta plataforma, desde esta rica historia, nos paramos en la actual coyuntura. Trayendo al debate público, aquello que hicimos y los sueños que aún alumbramos.

Recordar 50 años de trayectoria no es un simple repaso de nuestro derrotero. Son los trabajos de la memoria que recogen los valores en juego entonces para el hoy.

Como decía Perico: “debemos comprender que el futuro no brota del presente sino al revés, es el presente lo que brota  del futuro”.

Lo que hoy hagamos tiene que estar guiado por el futuro que soñamos para nuestro pueblo.

Ante el avance del proyecto político de restauración de los viejos privilegios que conduce el actual Gobierno Nacional, tenemos que ser capaces de construir la alternativa. De resistir, sí, claro que sí, ante los intentos de desmantelamiento de las políticas solidarias,  del desmantelamiento del Estado. Y, además, responsablemente, promover y realizar, un proyecto político alternativo.

En esta hora, poner freno a la propuesta de la coalición de Gobierno de desmantelamiento del Estado, de apuesta represiva, de restricción de la participación y el debate democrático, de ese proyecto que se sintetiza en la Ley de Urgente Consideración, resistir y derrotar ese proyecto, es una tarea prioritaria del Frente Amplio. Como nos recuerda Artigas, también hoy, “la causa de los pueblos no admite la menor demora”.

Por eso, junto al movimiento social organizado, redoblamos nuestro esfuerzo militante para promover un referéndum para anular 135 artículos de esa ley retrógrada. Es nuestro compromiso militante, una vez más, para resistir y poner freno al avance de una propuesta política impopular. 

Por ello, cada firma, cada papeleta que se recoge, cada mesita que se pone para que el pueblo decida, cada frenteamplista que va a buscar una firma, se reencuentra con nuestra historia de 50 años, historia de sacrificio y lucha. Al final, eso somos: una fuerza política que entronca con las causas de su pueblo.

El Frente Amplio jamás va a darle la espalda al pueblo, ni tampoco va a llamarse a silencio ante el aumento de la pobreza, la rebaja salarial y de las jubilaciones, ante las promesas incumplidas de no aumento de impuestos y tarifas, ante la desinversión pública, ante el desmantelamiento de los programas sociales, ante la impericia e improvisación para hacer frente a la emergencia sanitaria, económica y social.

Por ellos, seguiremos proponiendo, tozudamente y con racionalidad, medidas y políticas que permitan hacer frente, con justicia, la difícil situación que hoy estamos atravesando. En el plano de la salud y también de en lo económico y social. Son las tres, esferas inescindibles, que requieren del compromiso de todos los orientales. Aquí hay un Frente Amplio dispuesto a dialogar, a proponer y a dar su mejor esfuerzo -en lo científico, en lo técnico y en lo político- para enfrentar la compleja situación que hoy vive el país.

Para esta tarea, para encarar el futuro desde el presente, tenemos que templar el instrumento. Somos conscientes que aún tenemos mucho para hacer en este sentido.

Estos desafíos requieren de una fuerza política plural, amplia. Que escuche y cobije todas las voces. Que sea capaz de hacer síntesis. Síntesis colectiva, y no sumatoria de impulsos y perfiles personales. El proyecto es colectivo y se construye colectivamente.

Volvamos a nuestros comité de base -territoriales y funcionales- a intercambiar, a debatir en forma fundada y fraternal. Entendamos y aprovechemos también las nuevas tecnologías, para que sean instrumentos útiles para ese debate. Multipliquemos los espacios de participación. Y que ellos sean, en especial, ámbitos de participación de nuestros jóvenes.

Fortalezcamos, con unidad y no con dispersión, los sectores que expresan las distintas corrientes de la izquierda y el progresismo en Uruguay.

La hora requiere un Frente Amplio democrático, con pluralidad de ámbitos de debate y con unidad de acción.

La voz del General nos convoca una vez más:

«Fuimos, somos y seremos una fuerza constructora, obreros de la construcción de la patria de futuro que soñamos”.

Viva la unidad política,

Viva el Frente Amplio,

Para que viva el Uruguay.

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