La nueva Estrategia de Seguridad y el retorno de Estados Unidos contra la soberanía у democracias de Latinoamerica
22 de diciembre del 2025
Los partidos progresistas y democráticos de América Latina abajo firmantes declaramos públicamente nuestra profunda preocupación y rechazo frente a la denominada Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, recientemente presentada por el gobierno estadounidense. América Latina está una vez más en peligro de ocupación extranjera de su espacio marítimo, terrestre y aéreo. La política exterior de los Estados Unidos explicitamente atenta contra la autodeterminación y la estabilidad de las democracias en todo el continente.
Esta estrategia no constituye un hecho aislado ni una innovación doctrinaria. Por el contrario, representa una reivindicación manifiesta de la Doctrina Monroe, que estableció que cualquier intervención extranjera en el continente sería considerada un acto hostil por parte de los Estados Unidos. Lo que en su discurso se representaba como salvaguarda de las repúblicas latinoamericanas, no era sino protección de su propia esfera de influencia. La Guerra Fría en el continente no fue más que una continuación de esta posición envanecida y beligerante de los Estados Unidos en su búsqueda por el control hegemónico del planeta.
Hoy, la doctrina Monroe se ha actualizado al siglo XXI y reformulado bajo el llamado «Corolario Trump», con una potencia todavía de alcance mundial, aunque debilitada, que vuelve a concebir a América
Latina como una zona de control estratégico y subordinación política, económica y militar.
I. Una doctrina peligrosa para Latinoamérica
La Doctrina Monroe, en cualquiera de sus versiones, ha sido históricamente utilizada para justificar intervenciones, golpes de
Estado, bloqueos económicos y diversas formas de injerencia externa en los asuntos internos de nuestros países. Su reaparición explicita en el lenguaje estratégico estadounidense constituye una amenaza directa a la soberanía de los Estados latinoamericanos y a la convivencia pacífica entre las naciones.
La nueva estrategia declara abiertamente la intención de condicionar relaciones diplomaticas, cooperación económica, presencia militar y acceso a mercados al alineamiento político de los países de la región con los intereses de Estados Unidos. Ello vulnera principios básicos del derecho internacional, entre ellos la autodeterminación de los pueblos, la igualdad soberana de los Estados y la prohibición de la amenaza o el uso de la fuerza.
II. América Latina como escenario de disputa geopolítica
La estrategia estadounidense reconoce que América Latina es hoy un espacio central de la disputa geopolítica global. La Estrategia de
Seguridad Nacional señala que «Estados Unidos reafirmará y aplicará la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia estadounidense en el Hemisferio Occidental, y para proteger nuestra patria y nuestro acceso a geografías clave a lo largo de la región»
La reducción de nuestros países a «geografías clave» muestra sin disfraces la ansiedad de la política exterior estadounidense ante un escenario de reconfiguración geopolítica. El futuro económico, político y tecnológico del planeta tiene como su zona privilegiada el Océano Pacífico. Esta nueva orientación del sistema internacional hacia una configuración multipolar tiene su foco en la competencia entre grandes potencias y, más particularmente, el conflicto con China. Sin embargo, esta constatación no se traduce en una propuesta de reafirmar una hegemonía excluyente, que niega a nuestros pueblos el derecho a diversificar sus vínculos internacionales y definir soberanamente sus alianzas.
La región es presentada como un territorio a «asegurar», «ordenar» y «alinear», reduciendo su complejidad política, social y cultural a una variable de la seguridad interna estadounidense. En esta lógica, los intereses y necesidades de nuestros pueblos quedan subordinados a una agenda externa que no responde a nuestros proyectos de desarrollo.
III. Los pueblos como principales afectados
Advertimos que esta concepción geopolítica convierte a América
Latina en un tablero de disputa entre potencias, donde se perjudica la libertad de los pueblos que habitan América Latina.. La militarización, el condicionamiento económico y la injerencia política generan dependencia, debilitan la democracia y limitan la capacidad de los Estados para definir políticas públicas orientadas al bienestar social, la justicia ambiental y la igualdad.
La historia reciente demuestra que estas estrategias no traen seguridad ni estabilidad, sino violencia, fragmentación social y pérdida de autonomía.
Vemos con indignación cómo, a lo largo y ancho del continente, discursos supuestamente patriotas entregan sin reparos su apoyo a la intervención norteamericana justificándose en un supuesto principio de libertad. Así, se han abierto las puertas a la dominación de una potencia extranjera, poniendo en peligro la esforzada y centenaria independencia de las repúblicas latinoamericanas, en una traición de tristes precedentes en la historia de nuestro continente.
Los partidos progresistas y democráticos de América Latina no aceptaremos esta traición a la soberanía nacional de nuestros países.
IV. Hechos recientes que confirman esta orientación
Esta doctrina no se expresa únicamente en documentos.
Se materializa en hechos concretos y preocupantes como las reiteradas amenazas del presidente Trump de intervenir militarmente en Venezuela, la ocupación ilegal del Caribe, la estigmatización de liderazgos democraticamente electos, como el presidente Petro en Colombia, acusado irresponsablemente de vínculos con el narcotráfico o la aprobación de nuevas bases militares estadounidenses en Perú, profundizando la presencia militar extranjera en la región.
Estos hechos confirman que la nueva estrategia hemisférica busca disciplinar políticamente a los gobiernos que se apartan del alineamiento automático con Washington, y más particularmente, aquellos grupos facciosos que se identifican con el esquema ideológico extranjero propuesto por el ala trumpista del Partido Republicano estadounidense. Por eso condenamos cualquier intento de invasión contra Venezuela, exigimos el repliegue inmediato de las tropas de Estados Unidos y rechazamos la «Estrategia de Seguridad Nacional» lanzada por la Administración de Donald Trump, la que violenta el derecho internacional y el respeto a la soberanía y la autodeterminación de nuestros pueblos.
V. No es seguridad, es control de recursos estratégicos
Denunciamos que la retórica de la seguridad, la migración y el combate al narcotráfico opera como justificación para objetivos geopolíticos, vinculados al control de materias primas estratégicas fundamentales para la economía global contemporánea: petróleo, litio, minerales críticos, infraestructura energética y portuaria, pasos bioceánicos, control de las cadenas de suministro y logística global.
Esta estrategia pretende asegurar ventajas competitivas para Estados Unidos en su disputa con China, reforzando un modelo extractivista que históricamente ha enriquecido a unos pocos a costa de los recursos naturales, los territorios y el trabajo de nuestros pueblos.
VI. Nuestro horizonte: la continuidad de la democracia en América Latina Frente a compromiso con:
esta doctrina de dominación, reafirmamos nuestro
- El derecho a la legítima defensa de los Estados, la defensa
irrestricta de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos de
América Latina y el Caribe. - El rechazo a toda forma de injerencia, militarización y
condicionamiento externo. Y un llamado a tomar todas las acciones diplomáticas conjuntas para hacer respetar la soberanía y el derecho internacional. - La construcción de una integración regional solidaria, democratica y autónoma.
- Una cooperación internacional basada en el multilateralismo, el respeto al derecho internacional, la cooperación, el respeto mutuo y la paz.
Rechazamos sin ambages que Estados Unidos represente a América
Latina como una zona de influencia y un espacio de disputa ajena.
Nuestro continente se ha construido históricamente como una comunidad de pueblos con derecho a decidir su propio destino, su modelo de desarrollo y su lugar en el mundo.
Llamamos a las fuerzas democráticas y progresistas del continente a levantar una voz común frente a este nuevo intento de subordinación y a trabajar colectivamente por un futuro de dignidad, justicia y soberanía para nuestra región.